Reescribo aquí, una redacción de hace pocos años.
Aprovecho para enviar un saludo a todos:


Una visita a nuestro campo.

El valle de Valdesahugo

A mis tres hijos.
A todos los miembros y visitantes de nuestra web.

Podemos hacer una excursión de una mañana o de tarde perfectamente, a pié o llevar la bici, no es necesario llevar el coche, ni moto; vas más en silencio y “caes” en los sitios como por sorpresa pudiendo así coger mejor el paisaje y su ambiente.
Hay que prepararse con el mínimo necesario; calzado, ropa ligera, merienda, un bastón si vamos a pié… En una ocasión tuvimos que enseñárselo a unos perros que nos envió un pastor, muy amable, de un pueblo vecino; ir bien cómodos.

¿Salimos para el Norte o para el Sur? Hoy vamos a hacer un gran paseo; llevamos la bici de montaña, tiene varias marchas, ruedas de todo terreno… y una mochila con lo necesario. Vamos a ver el valle de Valdesahugo; la Cañada del Tojo, los Vallejos, el Cepo… hasta el Monte Juan, en el extremo Noroeste.
Salimos por la carretera de Villambrán, por detrás del teleclub, dejamos el Pozo Magro a la izquierda y subimos por la Cañada Grande hasta Valdeazme, donde está el pozo de abrevar el ganado; subimos otro pequeño repecho y ya estamos en lo alto del páramo, seguimos por este, atravesándolo y vemos a la izquierda los pinares del campo de Terradillos y a la derecha nuestro “monte de arriba”, donde se encontraban, no hace mucho, numerosas especies como liebres, perdices, el alcaraván…, albergó numerosos apriscos o corrales de ovejas; hasta siete grupos de estos podíamos contar. Muchas familias tenían aquí sus ganados en Cemillas, Valdellavín, Matalaorilla… pues eran además, por el abono natural que producían, el mejor complemento para la agricultura favoreciendo así las cosechas; a ellos se dedicaban en buena medida hasta mediados de los años 70, en que los cambios en la forma de vida y la caída de los precios del sector, hizo que esto perdiese interés y, en pocos años se fueron desmontando y desaparecieron, convirtiéndose todo este monte en parcelas o tierra de cultivo.

Llegamos, por fin, a Valdesahugo y echamos pié a tierra, descansando de nuestro pedaleo.
Cuentan los mayores que esto fue adquirido por nuestros antepasados, dicen que varios; los conocidos como tio Joaquín, tio Cirilo, tío Castor y algún otro, se lo compraron a un particular como “Juanón” (el que fue propietario del monte que lleva su nombre). Sea como fuere, el caso es que es un hermoso y verde valle en cualquier época del año. La laguna de Los Vallejos se presenta ante nosotros, una presa retiene el agua que ruge al pasarla y hace correr un riachuelo natural llenándolo todo de rumores y de vida. Mirando la laguna, a la derecha, está la Valleja Angosta y debajo, en la ladera, a media altura hay un manantial; hay otro, una buena fuente a unos cien metros siguiendo el curso del arroyo, a la izquierda, al abrigo de las matas: es un paraje normalmente solitario.
Aquí podemos dejar la bici y hacemos un descanso, para luego seguir hacia arriba por el valle; la hierba abundante que hay, fue en otro tiempo buen pasto para el ganado; la vacada del pueblo y más tarde los rebaños de ovejas lo frecuentaban.

La fuente de Bernardo.
Caminamos un poco y, a un “tiro de piedra”, a la derecha debajo de las matas que bordean las laderas aradas, se ve que hubo otra fuente, era la fuente de Bernardo; yo mismo la conocí y bebí de ella, pero no al que le dio el nombre. Debió de ser un buen hombre, que la cuidaba y nos la dejó para que nosotros también pudiésemos disfrutarla.
“Que no llegue el ganado a la fuente, lo patean todo y se ciega”; se mandaba y así se hacía. Había que llegar antes de que lo hiciera el ganado, los perros se acercaban, después de sus amos y bebían en la corriente. Casi siempre había algún labrador o pastor y nos quedábamos allí hasta que el rebaño se iba alejando.
Siendo aún unos chavales, nuestros mayores nos iban encaminando en todas las labores, por entonces propias de la vida del campo.
Es un placer marchar por el valle; algunos pajarillos, entre la maleza de zarzas y roble que hay a la derecha; en la lindera de las tierras, o rapaces que vigilan desde el aire, nos recuerdan que no estamos solos y que ellos también tienen aquí su medio de vida.

La Cañada del “Tojo”.
Siguiendo, a cinco minutos, aparece la laguna en un humedal de abundante hierba. A la derecha, dentro de una cañada de roble bajo y brezos, baja en picado el camino que viene desde el páramo. Se decía: “ten cuidado al bajarlo si vas con algún vehículo pues, debido a la pendiente, te puedes ir de cabeza al tojo y es profundo”.

El Cepo, una fuente y un lago.
Está en la ladera, a media altura, en el Nordeste del valle.
¿Qué es un cepo? El diccionario dice que puede ser un aparato para cazar, una arquilla de madera con una ranura para meter monedas, un tronco de árbol cortado... muchas cosas.
Pero nuestro Cepo es o era un barril pequeño, de unos 40 centímetros de alto por 20 de diámetro; sin estas tapas, colocado verticalmente e incrustado casi totalmente en el suelo justo sobre el manantial, con un agujero lateral arriba cerca del borde que dejaba salir el agua que corría a la laguna. No se sabe quien lo hizo: “el pueblo, seguramente” dicen; pero yo lo dudo; más bien parece obra de una sola persona.
Tenía un agua inmejorable todo el año, daba la impresión de estar fresca en verano y menos fría en invierno, ¡cuanta gente ha bebido y se ha refrescado en esta fuente! Una piedra grande a modo de tapa impedía que los animales bebieran en ella y, a veces cuando ibas, te encontrabas dentro, al fresco, una botella “de cuartillo” de vino bien cerrada: nadie la tocaba, sabías que por allí cerca alguien; un labrador, un pastor o un cazador… cualquiera, vendría pronto con buena sed a recogerla.
La laguna que hay debajo a pocos pasos y que recibe la corriente de esta fuente tiene forma totalmente redonda, se puede ver, por el montículo de tierra que tiene alrededor, que se ha cuidado y limpiado regularmente, sus aguas protegidas con vegetación se mantienen frescas y con vida.
Un poco mas adelante, en las laderas de la izquierda, las tierras de Matajuara y al comienzo del Monte Juan, que sigue, concluye nuestro monte.

FGB.
(De nuestra anterior página, año 2.010)