Entonces, ¿la Cueza de quién es?
Nosotros ya nos habíamos apartado un poco del jovencito pastor y a mi se me ocurrió hacer en voz alta una consideración a las últimas palabras del zagal Fidel, para que nuestro viejo del lugar me lo aclarara un poquito más.
-Entonces, ¿de qué pueblo es la Cueza?
-De Villambroz, de ¿quién va a ser? Fidel lo tenía muy claro y era lo que siempre había oido en casas
Sin embargo yendo un poco más adelante nos encontramos con otro pastorcillo, que según mis compañeros de camino, cuidaba las ovejas del tío Melitón, de Villarrabé. Y a este zagal le hice la misma pregunta y esta fue su respuesta:
-En casa siempre he oido hablar que la Cueza es campo de Villarrabé.
Hablamos un poco más con el pastor y le dejamos con sus ovejas y nosotros seguimos caminando.
-Así que las tierras son de Villambroz y el terreno de Villarrabé. ¿verdad?
-Ciertamente. Me contestó el más entendido de los dos acompañantes.
-Una circunstancias un tanto difícil para entenderlo las mentes infantiles de los arrastradores de las tierras segadas, en aquellos años cincuenta del siglo pasado.
-¡Coño! No tanto. Puede que sí lo sea difícil entender para los que vivís fuera del pueblo.
-Tal vez sea así. Y me callé.
Según íbamos andando, los dos acompañantes, alternativamente, me proporcionaban información, para sacarme de mi desconocimiento de este asunto. Ahora, si el lector está en las mismas condiciones de ignorancia que la mía, con lo que sigue, encontrará luz suficiente para salir de ella.
Yo iba procesando en mi mente las cosas que oía a los acompañantes. Antes de hacerse la concentración parcelaria, operación agronómica, que consistió en la reducción del número de fincas por el aumento de su volumen, pocos vecinos de Villambroz habría que no tuviera algún que otro pequeño trozo de tierra para sembrar, en ese pago de la Cueza, y eso a pesar de no pertenecer a su pueblo.
-Y ¿cómo se explica esta aparente anomalía catastral? No pude menos de saltar con este interrogante.
-Que no ¡Joder! No era ninguna anomalía. Y continuaron explicandolo.
Para nuestro informador, el viejo de lugar y para el otro acompañante, era muy sencillo entender la historia del pago de la Cueza. Y me lo explicaron.
También yo seguí procesando en mi mente las ideas que les oía a los dos acompañantes. Era corriente que nuestros lejanos antepasados, dedicados especialmente al pastoreo, algunos de ellos en exclusividad al principio, al tomar consistencia su asentamiento en estas tierras parameras, se iban también abriendo a nuevas labores agrícolas.
El terreno de labrantío, para los primeros labradores, estaba en los alrededores del pueblo. Yo me lo imagino en lo que con el tiempo comenzaron a llamar las “huertas” y pasando el río, lo que luego llamaría la “nava”. Ahora bien, este terreno empezó a ser insuficiente a medida que aumentaba la población y en consecuencia, el número de las familias labradoras también. Entonces, la solución estaba en ampliar el terreno de labrantío, roturando el campo que estaba baldío más o menos alejado del nucleo del pueblo. Comenzaron a arar los trozos del campo que nadie amaba, hasta entonces.
Por su parte, también empezaron a labrar terreno más alejado del pueblo. Los ganaderos de ovejas que tenían corrales por el monte, generalmente, comenzaron a arar parcelas en el terreno más próximos a sus corrales. Y como es de suponer, escogían trozos de campo que veían estaba en buenas condiciones para producir cereales. Así fue cómo se iban apropiando de tierras, con tan solo roturar el terreno, cuyo dueño era público o, si era otro, este dueño estaba completamente despreocupado de aquellas propiedades.
El caso es que los que roturaban el terreno, luego, con el tiempo declaraban a Hacienda poseer esas tierras, pagaban la contribución de ellas estipulada, lo que les acreditaría en la posteridad la propiedad de esas tierras.
Esto mismo fue lo que sucedió con el terreno del pago de la Cueza. Los dueños de los corrales de Valdellavín y los otros corrales del monte del Hoyo, aprovechando la circunstancia de la cercanía a sus corrales, iban quitando al terreno de pasto trozos de tierra para sembrar cereales. Esta roturación la iban haciendo los mismos pastores por las mañanas antes de soltar las ovejas.
Para no caer en la ilegalidad, estos nuevos propietarios de Villambroz pagaban la contribución de las tierras que ellos declaraban ser sus propietarios.
Los de Villarrabé, por su parte, también seguían pagando la contribución debida de ese campo comunal del pueblo. Dado que en los tiempos a los que nos referimos ahora, prevalecían las propiedades comunales sobre las privadas, nadie se preocupaba de indagar nada más.
Pero los pastores y agricultores de Villambroz sí que conocían esta anomalía jurídica. El propietario de la Cueza era y es el pueblo de Villarrabé, mientras que las tierras son también propiedad de los agricultores de Villambroz, quienes habían roturado las tierras y las seguían labrando.
De ahí que cuando en Villarrabé también había ganado lanar, sobre todo ovino, la Cueza era pastada por los ganaderos de nuestro pueblo vecino. Pero ello no era obstáculo para que los ganados de Villambroz, por la cercanía de los que encerraban en Valdellavín y todo el monte Hoyo, también se metían a pastar la Cueza, pero conscientes de su ilegalidad. Esta situación irregular provocó algún tiempo cierta tensión entre los pastores de uno y otro pueblo, como nos ha contado el pastor Fidel.
LOS TORDILLOS
otra historia tan interesante como desconocida
Como de costumbre, una noche me dormí cayéndose el libro al suelo, mientras leía el capítulo dedicado a los Sitios de la Gerunda galdosiana, por las tropas napoleónicas. El ejército francés, bajando por el alto del saliente, sitió la ciudad mientras los gerundense dormían pacíficamente en sus casas.
Aquella misma noche vi en sueños que un ejército formado de altos y frondosos pinos se asomaba en lo alto de Valdeazame, por donde se pone el sol a mediados de verano, para cerciorarse bien si los habitantes del pueblo, allá en lo bajo, permanecían recluidos en sus casas. Ese ejército estaba dispuesto para sorprender al pueblo de Villambroz y sitiar a sus habitantes, como lo hiciera el ejército napoleónico, y escribiera Galdós en uno de los sitios de Gerona.
Pero también vi en el mismo sueño que la pretensión de ese ejército de pinos no lograba conseguirla, ya que otro pequeño ejército de chopos, al clarear el día, también salía del pueblo, dividiéndose en tres alas y se distribuía en tres frentes. Una se quedaba atrincherada a la vera del mismo río, en la misma salida del pueblo, de modo que su presencia allí impediría que el ejército de pinos asomado en el alto de Valdezme, pudiera divisar bien al pueblo. Mientras que el segundo del ejército de chopos se plantaba allí mismo en Valdezme, junto al mismo frente de pinos, impidiendo que el ejército de pinos de Terradillos pudiera avanzar más hacia abajo, para adueñarse de Villambroz. Y un tercer destacamiento de chopos, menor en número que los otros dos, había quedado a medio camino en los Campos, a la altura de Fuentebarredera, como de reserva y auxiliar, en caso de necesidad, a los otros dos más principales destacamentos del ejército de chopos de Villambroz.
En la batalla que se libraba en mi sueño entre los dos ejércitos, de pinos y chopos, no se derramó ni una gota de sangre. Era una guerra incruenta. En estado de vigilia recordé, según me lo habían contado, que el conflicto bélico soñado se había arreglado legal y pacíficamente entre los pueblos de Terradillos y Villambroz.
Ciertamente, en cualquier mañana del año que nos asomemos a las huertas y dirigimos la mirada a la Cañada grande, veremos que los primeros rayos del sol, si está claro el día, iluminan un pinar que se asoma en lo alto de Valdeazme, como si estuviera vigilando a Villambroz, que, por su parte, descansa tranquilamente en lo bajo, en la margen izquierda del torrente Cueza, al frescor de la pradería de la Corzuela.
Tal vez hoy y cada vez más en años sucesivos, esta vista quede un tanto entorpecida por el nuevo plantío de Valdeazme que está creciendo delante mismo del pinar de Terradillos. Y por lo mismo también, la vigilancia del pueblo por parte del pinar será completamente neutralizada por el nuevo plantío del Pozonagro que se extiende por toda la rivera derecha del mismo Cueza, y que está creciendo a mayor ritmo que el de Valdezme.
También, cuando estamos disfrutando de la solana vespertina veraniega en la Costanilla, somos testigos oculares de las bonitas puestas del sol, tras el telón dibujado por los dos plantíos de chopos, y más al fondo por este pinar del alto de Valdeazme. Por su parte, el tercer plantío queda discretamente resguardado en la parte de gallego de los Campos. Y digo “discretamente”, porque el número de plantas es menor, y su desarrollo también más reducido que el de los otros dos.
Pues bien, a algunos les puede sonar a cuento extraño, al oir a los viejos del lugar decir quién es el propietario de ese pinar del alto de Valdeazme; pero, no por eso, deja de ser realidad histórica. La cercanía de ese pinar asomado en el alto de Valdeazme, de manera que parece estar encima mismo de nuestro pueblo, no fue suficiente motivo para justificar la pertenencia del mismo al pueblo más cercano, Villambroz. Hay otra razón histórica de más peso que aclara la pertenencia de este pinar a un pueblo que parece estar situado más a tras mano, Terradillos de los Templarios. Desconozco si aún queda alguno de los que viven fuera de Villambroz que no tenga conocimiento fidedigno de esta rara situación del pinar de Valdeazme.
Aunque no he contrastado los datos que me han llegado sobre la histórica pertenencia de este pinar, no por ello les niego la veracidad que necesitan para ser aceptados como reales y verídicos.
Comienzo haciéndome una pregunta, aunque suene a retórica: ¿sabemos todos relacionar el pago de Los Tordillos, también de Terradillos, con este pequeño terreno plantado de pinos y que casi se nos mete en las casas de Villambroz? A mí me sabe más a curiosa historieta, que a verídica historia la de este pinar que, siendo el pueblo de Villambroz el más cercano y situado el pinar, como una isla, entre nuestro Valdeazme, el monte del Hoyo y el alto de Matasuseras, sin embargo, sea un terreno propiedad del lejano pueblo Terradillos.
Me explico. No lejos del pago de Valdeazme se sitúa el terreno de lo que en tiempo muy lejano fue un poblado habitado, los Tordillos. En los años a los que nos referimos ahora, la propietaria de este terreno o la mayor parte, era una señora, para mi, anónima. Pues, cuentan que esta mujer, debía de ser viuda también, desconocemos su nombre, que debía vivir en ese poblado desaparecido, dejó escrito en su testamento, que su voluntad última era que, a su muerte, este pequeño terreno pasara a ser propiedad del pueblo, convirtiéndose así en heredero legal, el que tuviera las tejas más cercanas a ese pequeño pago.
Como bien sabemos todos, la distancia entre el pinar y el pueblo de los Templarios es mucho mayor que entre Villambroz y el alto de Valdeazme. Sin embargo, a la hora de cumplir lo mandado en el testamento de aquella buena señora, las tejas más cercanas no eran las de las casas de Villambroz, sino las de los corrales de los Modinos, que pertenecían y pertenecen al pueblo de Terradillos. Por lo tanto, Terradillos se convertía en el legítimo heredero del terreno de aquella benefactora señora.
Después de lo expuesto, se me ocurre ahora hacer otra interpretación de la voluntad de la mujer testadora. Nos podríamos preguntar: ¿A qué tejas se refería aquella señora en su testamento? Intentando adentrarnos en su intención, encontramos dos posibles interpretaciones del testamento. Si aventuramos una interpretación, las tejas de las casas de Villambroz están mucho más cerca que las tejas de las casas de Terradillos. Si la señora se hubiera referido a estas tejas de las casas, el pago del alto de Valdeazme sería hoy día propiedad del pueblo Villambroz. La interpretación legal se inclinó entonces por la otra variante, tomando el término de tejas en un sentido genérico no específico. De modo que, con esta interpretación, Terradillos heredó ese pago.
¿Valdesaugo es de Villambroz?
Ahora los de Villambroz se pueden sentir orgullosos de tener este rico y hermoso valle. Para nuestros antepasados les sirvió de abundante pasto para sus ganados. Para los villambrocenses actuales puede servir de solaz y recreo de todo el que quiera disfrutar del campo.
Pero, ¿conocen todos los del pueblo que antaño Valdesaugo pudo no ser un pago propiedad de Villambroz, como lo es en nuestros días? Pues sí, estimado lector, ya que nuestro vecino pueblo de Villambrán estuvo más cerca de hacerse propietario de Valdesaugo que lo estuviera nuestro pueblo. Eso es lo que nos dice la historia.
Así que vamos a desandar un poco el camino hasta encontrarnos con los antepasados que tuvieron que resolver el problema sobre qué pueblo sería el propietario de Valdesaugo. Para información de quien lo ignore, hasta aquellos tiempos en los que nos estamos situando, el valle era un bien comunal, en el que pastaban los ganados de todos los pueblo vecinos. Pagaban la contribución debida y sus ganados tenían derecho a pastarlo.
Con el tiempo, los pueblos se fueron olvidando de pagar el pasto del valle. Así que el Estado, el propietario de ese bien comunal, puso a la venta a Valdesaugo. Por la cercanía, Villambroz era el primer pueblo que tenía derecho a la compra. El segundo pueblo era Villambrán. En el supuesto de que nuestro pueblo no lo comprara por las razones que fueran, como pudo haber sucedido, entonces el segundo hacía valer su derecho. Aquí está claro que la compra de Valdesaugo le pertenecía a nuestro vecino Villambrán de Cea, el cual sí estaba dispuesto para comprarlo.
Hoy también es domingo y, como en todos, el esquilo sonó a la hora acostumbrada para llamar a la feligresía a cumplir en la iglesia con el precepto dominical. Después de comprobar los datos de los antepasados, yo estaría por afirmar que, salvo contadas ausencias por edad o enfermedad, todo el vecindario, incluyendo también la gente menuda, respondía al sonido del esquilo, congregándose en la pequeña iglesia, para oir misa dominical. No lo sé, ni es nesario saberlo, pero se supone que el tiempo dentro del templo parroquial este día del Señor sería, más o menos como el de todos los domingos, en los que el párroco solía alargarse un poco en la prédica dominical, obligación de hacerla, que el sacerdote se había impuesto a sí mismo, a favor de su feligresía.
Pero este domingo, a la salida de misa, sorprendió a los asistentes con el toque, no del esquilo, sino de la campana. Y es que el campanero no era el señor cura, sino el alguacil, que siguiendo órdenes del presidente de la Junta Vecinal, entonces Victor Velasco Gómez, llamaba a los vecinos a Concejo.
Como también el alcalde pedáneo había ido a misa, se encargó él mismo de adelantar a unos cuantos el motivo de la llamada a Concejo. Allí mismo, junto a la cruz rural que hay delante de las puertas de la iglesia, al corrillo de hombres presentes les dijo que, días antes había recibido de Palencia la propuesta de la compra de Valdesaugo.
Mientras iban calle arriba a la Casa la Villa, los motores se calentaban con los los más diversos y animados comentarios que iban surgiendo. Alguno se desayunaba entonces expresando su ignorancia de que Valdesaugo no fuera propiedad del pueblo Villambroz. Incluso más de una vez había calificado de intrusos a los ganados de los otros pueblos que también pastaban en Valdesaugo. Otros avanzaban su opinión de poner en duda de si sería o no necesario comprar el valle.
Los vecinos llegaron a la Casa la Villa, subieron a la planta de arriba por las pindias escaleras de madera, en frente mismo de la entrada y que una puerta alta preserva de las corrientes al piso alto, el salón de Juntas.
Según iban llegando los hombres –entonces aún no estaba permitida la asistencia de las mujeres- se fueron sentando en los bancos de madera que están alrededor de la sala, sujetos en las cuatro paredes de tierra y encaladas de yeso. En el fondo hay un viejo armario, con las portezuelas de arriba de cristal sucio y la parte de abajo las dos hojas de la puerta de madera. Pasado el tiempo me he enterado que en este armario guardaban los papeles-documentos, así como tenían allí los famosos “calzoncillos de Concejo”, siempre limpios y preparados para ser usados por los que tenían que salir del pueblo a la capital para realizar alguna misión encomendada por la Junta Vecinal.
En medio de la pared del fondo está una mesa grande y oscura, sin haber recibido nunca una mano de pintura, ni siquiera barniz, de carpintería simple, hecha tal vez por algún vecino decidido, pero escaso de conocimientos de carpintería. No hay sillones ni sillas para la presidencia. El presidente de la Junta Vecinal, los vocales y el alguacil se sientan también en la parte de banco que tienen detrás de la mesa.
En la calle se oye el griterío de los chiguitos que, cuando se abre la casa la villa, siempre andan rondando por alli, jugando a pillarse. Alguno que otro, aprovechando la subida de un hombre, sube las escaleras con él y se asoma a la puerta para ver qué hacen los hombres dentro. Para la mayoría de la gente menuda aquellas reuniones de los hombres en la casa la villa siempre estaban rodeadas de cierto misterio.
Por fin, van llegando los últimos, y el vocerío de los ya presentes se va apagando. Como el local siempre está bastante frío, sea la época del año que sea, todos los vecinos reunidos en Concejo, mantienen puestas las chaquetas de pana y las cabezas cubiertas con las gorras. A la invitación del alguacil, que a la vez ejerce la función de secretario del Concejo, se hace silencio absoluto en la sala.
El alcalde pedaneo, el tío Victor, se pone de pie, se quita la boina negra dejándola sobre la mesa y comienza el preparado parlamento, con un tono que aspiraba a solemne:
-vecinos, estamos reunidos aquí en Concejo para decirles que, como Valdesaugo no es propiedad de Villambroz, aunque lo pacen nuestros ganados, de Palencia nos han avisado que lo van a poner a la venta y que nosotros somos los primeros que tenemos el derecho para comprar todo el valle y ser propietario.
Con estas u otras palabras semejantes, el presidente puso el asunto sobre la mesa de la Junta Vecinal, para que todos los vecinos tuvieran conomiento del tema. Dicho esto, cogió la la gorra, se la puso en la cabeza y se sentó.
Un vecino se levantó y, haciendo lo mismo que el tío Pedro, se quitó también la gorra, por cierto, ya un poco gastada, tomó la palabra, diciendo como sorprendido:
-Pero, coño ¿Valdesaugo no es terreno nuestro, de Villambroz? ¿Es que no lo pacen nuestras ovejas?
Este vecino interviniente debía desconocer que los ganados de Villambrán y Terradillos también pastaban las hierbas de Valdesaugo. Seguro que era uno de los vecinos que calificaban a los ganados de los otros pueblos, de intrusos. Se ve que no sabía de la existencia de terrenos comunales, sobre los que ningún pueblo tenía derecho exclusivo.
Se pone de pie un segundo vecino, también ya con la cabeza a pelote y dando vueltas a la boina en las manos, mientra habla:
-Y ¿Cuánto tenemos que dar para comprarlo? Va directamente al asunto con esta pregunta.
Este otro miembro del Concejo fue a lo práctico. Las participaciones en el diálogo cada vez iban más en aumento, no esperando el turno de la palabra. Incluso algunas de ella con tono de voz subido. Hasta llegado el caso que se mezclaban las voces de unos con la de los otros, lo que dificultaba se entendieran bien. Hasta que el presidente, dando un golpe con la mano en la mesa, intervino de nuevo, para volver al tema por el que les había convocado y responder a los muchos interrogantes que habían ido surgiendo, en las distintas intervenciones.
-El precio que nos piden es de 5000 pesetas. Contesta escuetamente el tío Victor.
La reacción de los asistentes fue el meterse durante unos segundo en un profundo silencio. Y es que la mayoría de los allí presente, nunca habían visto junto tal cantidad de dinero. Y era normal que así fuera.
Para entender esto nosotros hoy y comprenderlo, tenemos que trasladarnos al Villambroz de aquellos años de la segunda mitad del siglo XVIII. Yo me he permitido la licencia de cambiar la cantidad de reales en pesetas, la “moneda” más corriente entonces, para la mejor intelección nuestra.
En Villambroz, como en casi la totalidad de los pueblos de la España de entonces, apenas corría el dinero. Lo más corriente en el mercado de entonces era el intercambio de bienes. A nosotros nos parecerá una nimiedad las cinco mil pesetas, pero para la Junta vecinal de aquellos años resultaba una cantidad tan alta, que superaba sus posibilidades. Tanto que el presidente, levantándose otra vez, siguió hablando:
-El caso es que ahora nuestras arcas están casi vacías. No tenemos el suficiente dinero para comprar Valdesaugo. Lo más seguro es que las arcas del pueblo nunca habían contenido tanto dinero junto.
Se supone que los demás vecinos tendrían también conocimiento de la situación económica del pueblo. Y pienso ésto porque ninguno de los reunidos puso ninguna duda al vacío de las arcas de la Junta vewcinal.
-Entonces, ¿qué podríamos hacer? –se preguntaba a sí mismo el tío Bernardo, que estaba sentado en el rincón junto a la puerta, y con la boina en la mano, que se la había quitado mientras exponía en voz alta su reflexión a consideración de todos los vecinos.
-Pero además, -intervino de nuevo el presidente Victor- si Villambroz no compra ahora el valle, se lo venden a Villambrán, el otro pueblo más cercano y, por tanto, con derecho a la compra.
De nuevo, las intervenciones se superponían unas a otra, creándose un guirigay tal, que se impedían unos a otros el poderse entender debidamente. Y es que veían al pueblo ante una barrera, a todas luces, imposible de superar por la falta de dinero.
Pero yo me pregunto: qué precaria tendría que ser la situación económica de la Junta Vecinal de Villambroz, que se veían entonces incapaz de hacer frente a las cinco mil pesetas que necesitaba el pueblo para comprar Valdesaugo. ¡Qué pobreza había en aquel Villambroz, de tiempos pasados!
Bueno, como saliendo del tiempo que se habían dado de reflexión, el tío Victor Velasco interviene por última vez:
-Así que, como os he dicho, la Junta Vecinal del pueblo no tiene las cinco mil pesetas que se necesitan. A mí se me está ocurriendo que yo podría adelantarlas, con mi dinero ahorrado, y así Valdesaugo será siempre nuestro.
De nuevo, otros segundos de profundo silencio, que se rompió con la aceptación unánime de la propuesta del presidente de la Junta vecinal. Valdesaugo ya era propiedad de Villambroz, gracias a las cinco mil pesetas adelantadas por el vecino Victor Velasco Gómez.
A nadie de los allí presentes les extrañó que el tío Victor hubiera tomado aquella decisión. Pues todos sabían que el alcalde pedáneo no participaba de la escasez de dinero, como la mayoría de los vecinos del pueblo. El gran rebaño de ovejas y las tierras de labrantío heredadas, le rendían lo suficiente para el gasto del año y además ahorrar también el suficiente dinero, para hacer frente a los casos de emergencia, como era el que ahora nos ocupa. No en vano era la familia que más capital tenía del pueblo.
De entonces a hoy, han pasado muchos años y muchos antepasados. Sin embargo, muy recientemente, nuestras autoridades locales se han encontrado con documentos a revisar y poner en regla, porque todavía aparecía el valle como propiedad privada del vecino Victor Velasco.
Tal vez lo que había sucedido es que el entonces presidente de la Junta Vecinal habría recuperado el dinero adelantado, pero no arreglaron los papeles para pasar la propiedad a Villambroz. El pueblo siguió pagando anualmente la contribución correspondiente, pero sin cambiar el registro de propiedad, por lo que nuestro Valdesaugo todavía aparecía como propiedad privada del vecino Victor Velasco Gómez. En consecuencia, de no haberse arreglado ahora la documentación, Valdesaugo de nuestros días hubiera podido pasar a los descendientes de Victor Velasco Gómez. En fin, que el tío Victor fue un presidente de la Junta Vecinal muy leal con su pueblo, pero demasiado confiado en que las cosas se pueden arreglar dejando que pase el tiempo.